Nadar es dormir a pierna suelta en el agua chapoteante,
es amar con cada uno de los poros en buen uso todavía,
es ser inmensamente libre y triunfador por dentro.
Más aún: nadar es acariciar la soledad con veinte dedos,
es contar antiguos secretos con las piernas y los brazos
al agua que todo lo comprende en todo instante.
Tengo que confesar que yo estoy loco por el agua.
Porque en el agua respiro agua. Y en el agua
vengo a ser creador que abraza a su creación,
porque en el agua no estoy jamás solo del todo,
aunque sí que me quedo, en cambio, solitario.
Nadar es de algún modo un poco ser un santo.
Paul Snoek (1950)