Lo primero es el pánico, las protestas, los chivos expiatorios, las decapitaciones políticas. Con frecuencia necesitamos un padre, alguien que haga todo por nosotros, que nos alimente, nos eduque, nos cure, nos de respuestas y ay de él! cuando no nos satisface. Hay que maldecirlo, matarlo:
-!Sacrifíquenlo! dicen las gentes llenas de miedo.
-!No queremos una muerte más! dicen los justos
Cuando la muerte es lo único seguro que tenemos en la vida.
Pero la naturaleza se muestra eterna y magnánima, superior al humano diminuto y perdido en un universo del que desconoce casi todo.
Luego viene la aceptación en la que el médico juega un papel muy importante:
-Doctor yo creo que la situación está realmente grave. !Curénme! No me deje morir!
Y en algún momento el médico se dio cuenta que había algo extraño y desconocido en el comportamiento de esa enfermedad, que se comportaba de una manera nunca antes descrita en los libros, que era un gran peligro. Pero al ver que la epidemia estaba confinada a esos lugares de pobres, nunca pensó que un día podría llegar andando y entrarle a la casa, en forma de hijo o amigo o esposa...
Y una solidaridad que empieza por el médico, por el cura, por el lider social, por el vecino, se despliega y es cuando vemos todos los actos de amor de los cuales es capaz el ser humano.