miércoles, 3 de mayo de 2023

sobre escribir

 

¿Quién podrá ser escritor?

 

Lorena Escorcia

 

 

‘Soy el que sueña la ensoñación,

el que es capaz e soñarla;

el que es feliz del sueño

en el que no tiene necesidad de pensar’

G. Bachelard.

 

 

La creatividad es una cualidad inherente a todos los seres humanos, como lo es la memoria o la inteligencia. Durante siglos, se mostró la creatividad como un atributo de personas privilegiadas o dotadas de dones especiales a las que se llamó ‘genios creativos’. Hoy en día, sabemos que todos somos capaces de crear, es más, que no podríamos sobrevivir en ningún paraje de la tierra si no ejercitáramos esta función, pues se necesita de ella tanto para la guerra como para la convivencia armónica; para cocinar o para inventar un robot que lo haga por nosotros; para escribir un poema y enviarlo al infinito espacio virtual o para tocar con pétalos la piel de nuestro amado. Para muchos la creatividad se mide por su resultado final, dado a su vez por el aporte al conocimiento universal y por la experiencia estética[1].  Esta manera de valorar la creatividad es compleja, pero esto no nos coarta la posibilidad de ser artistas o escritores. Con estas mil palabras explicaré porqué tengo fe en el genio creativo que habita en cada uno de nosotros.

 

Como alumna de Escritura Creativa en la EEM[2], he percibido que para realizar un trabajo literario que me satisfaga, requiero dos momentos, el primero es un momento de inspiración, que puede darse en una milésima de segundo, siempre a través de un estado de ensoñación o de inconciencia, al que solo puedo llegar cuando me relajo y juego con los espacios, con las sensaciones, con los recuerdos.  El segundo es una enorme cantidad de trabajo que requiere poner el proceso creativo en un primer plano y aplazar o ajustar en el tiempo otras tareas, como la de mamá, esposa, ama de casa o médica, que es mi profesión.  Muchos adultos que hemos encontrado nuestra pasión (lo cual es enormemente difícil porque requiere de un profundo nivel de interiorización), anteponemos nuestras obligaciones, de tipo económico, social, familiar, etc. A los momentos de goce y placer que nos da la escritura. Esto es una pena y una muestra de que tenemos miedo de la siguiente condición sine qua non del artista: la libertad de pensamiento y acción.

 

Cuando me siento sola en el café de la esquina, y veo la tinta correr sobre el papel, moldeando lo que luego serán frases, párrafos e ideas que elevaré al viento como cometas ¡siento tanto placer! Me siento como una niña, o como una amante recién encontrada. Es una experiencia tan honda, ¡tan vital! Como la de hacer el amor o comer ese plato de infancia que solo nosotros sabemos cómo sabe. Es estar en el presente y no dejar que la belleza de este instante se esfume a causa de ninguna preocupación. Es haber llegado a ese automatismo del estar por estar, del respirar por respirar, ese momento de la contemplación extrema en el que uno no existe como tal, sino como un ente llevado por una fuerza inexplicable, el fuego de la pasión y la materia de la vida cuando convergen y fluyen.

 

Creo que comparto con mis compañeros sensaciones parecidas. Quería decirme  y decirles que en el camino para llegar hasta aquí encontré muchas bifurcaciones y que la mayoría de las veces tomé la dirección equivocada. Y que por esto no puedo, no podemos desaprovechar este espacio y dejar pasar esta bella oportunidad de hacer lo que nos gusta. Así sea en la edad adulta, cuando la corriente social o las obligaciones económicas se presentan como obstáculos para continuar nuestro camino por el mundo de la creación y de las artes, en este caso, por el universo de la literatura. Pues este momento no ha sido otra cosa sino el resultado de la intensión, el impulso, la determinación y el coraje.

 

Cuando empecé este curso en el 2013, pensaba que nunca iba a poder compaginar mi profesión de médico con la escritura y fue a partir de la lectura de Sir Arthur Conan Doyle, en el primer módulo de este curso, que entendí que sí se podía. Pues la literatura bebe de la experiencia humana en todas sus dimensiones y todo ser humano es capaz de crear un mundo único y estéticamente exquisito a partir de sus vivencias y su manera particular de ver el mundo.  Solo tenemos que trabajar en la expresión, en nuestro derecho a la libertad, al ocio y al juego; para dejarnos ir y ‘conectar’ en el sentido que nos enseña Nawal el Saadawi, la médica y escritora egipcia, de ‘abolir la diferencia entre el cuerpo, la mente y el alma, entre la ciencia y el arte, entre la ficción y la no ficción’.

 

Puede que sea una cuestión generacional, o por mi origen provinciano, que he visto este curso como un gran paso en mi vida, pero ciertamente lo es. Un horizonte abierto. Creo que podemos encontrar ejemplos de buenos escritores en casi todas las profesiones, yo he encontrado muchos en mi carrera. Algunos de ellos con tanto éxito que se han dedicado de lleno a su pasión. Como es el caso de Pío Baroja, António Lobo Antúnes, Moacyr Scliar o William Somerset Maugham, este último nos iluminó, en un momento en que la crítica suponía que los años dedicados a otras carreras eran estériles para la creatividad, Somerset escribió en su diario:  "Vi hombres morir. Los vi sufrir dolor. Aprendí qué era la esperanza, el temor y el alivio...".  Ciertamente, un material precioso para cualquier escritor.

 



[1] Bachelard, Gastón. La poética de la ensoñación. FDE. 1995.

[2] Escuela de Escritores de Madrid.

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