¿Quién podrá ser escritor?
Lorena
Escorcia
‘Soy el que sueña la
ensoñación,
el que es capaz e soñarla;
el que es feliz del sueño
en el que no tiene
necesidad de pensar’
G. Bachelard.
La creatividad es una cualidad inherente a todos los seres
humanos, como lo es la memoria o la inteligencia. Durante siglos, se mostró la
creatividad como un atributo de personas privilegiadas o dotadas de dones
especiales a las que se llamó ‘genios
creativos’. Hoy en día, sabemos que todos somos capaces de crear, es más,
que no podríamos sobrevivir en ningún paraje de la tierra si no ejercitáramos
esta función, pues se necesita de ella tanto para la guerra como para la
convivencia armónica; para cocinar o para inventar un robot que lo haga por
nosotros; para escribir un poema y enviarlo al infinito espacio virtual o para
tocar con pétalos la piel de nuestro amado. Para muchos la creatividad se mide por
su resultado final, dado a su vez por el aporte
al conocimiento universal y por la experiencia estética[1]. Esta manera de valorar la creatividad es
compleja, pero esto no nos coarta la posibilidad de ser artistas o escritores. Con
estas mil palabras explicaré porqué tengo fe en el genio creativo que habita en
cada uno de nosotros.
Como alumna de Escritura Creativa en la EEM[2],
he percibido que para realizar un trabajo literario que me satisfaga, requiero
dos momentos, el primero es un momento de inspiración, que puede darse en una
milésima de segundo, siempre a través de un estado de ensoñación o de inconciencia,
al que solo puedo llegar cuando me relajo y juego con los espacios, con las sensaciones,
con los recuerdos. El segundo es una
enorme cantidad de trabajo que requiere poner el proceso creativo en un primer
plano y aplazar o ajustar en el tiempo otras tareas, como la de mamá, esposa,
ama de casa o médica, que es mi profesión. Muchos
adultos que hemos encontrado nuestra pasión (lo cual es enormemente difícil
porque requiere de un profundo nivel de interiorización), anteponemos nuestras
obligaciones, de tipo económico, social, familiar, etc. A los momentos de goce
y placer que nos da la escritura. Esto es una pena y una muestra de que tenemos
miedo de la siguiente condición sine qua
non del artista: la libertad de pensamiento y acción.
Cuando me siento sola en el café de la esquina, y veo la tinta
correr sobre el papel, moldeando lo que luego serán frases, párrafos e ideas
que elevaré al viento como cometas ¡siento tanto placer! Me siento como una
niña, o como una amante recién encontrada. Es una experiencia tan honda, ¡tan
vital! Como la de hacer el amor o comer ese plato de infancia que solo nosotros
sabemos cómo sabe. Es estar en el presente y no dejar que la belleza de este
instante se esfume a causa de ninguna preocupación. Es haber llegado a ese
automatismo del estar por estar, del respirar por respirar, ese momento de la
contemplación extrema en el que uno no existe como tal, sino como un ente llevado
por una fuerza inexplicable, el fuego de la pasión y la materia de la vida cuando
convergen y fluyen.
Creo que comparto con mis compañeros sensaciones parecidas. Quería
decirme y decirles que en el camino para
llegar hasta aquí encontré muchas bifurcaciones y que la mayoría de las veces tomé
la dirección equivocada. Y que por esto no puedo, no podemos desaprovechar este
espacio y dejar pasar esta bella oportunidad de hacer lo que nos gusta. Así sea
en la edad adulta, cuando la corriente social o las obligaciones económicas se
presentan como obstáculos para continuar nuestro camino por el mundo de la
creación y de las artes, en este caso, por el universo de la literatura. Pues este
momento no ha sido otra cosa sino el resultado de la intensión, el impulso, la determinación
y el coraje.
Cuando empecé este curso en el 2013, pensaba que nunca iba a poder
compaginar mi profesión de médico con la escritura y fue a partir de la lectura
de Sir Arthur Conan Doyle, en el primer módulo de este curso, que entendí que
sí se podía. Pues la literatura bebe de la experiencia humana en todas sus
dimensiones y todo ser humano es capaz de crear un mundo único y estéticamente exquisito
a partir de sus vivencias y su manera particular de ver el mundo. Solo tenemos que trabajar en la expresión, en
nuestro derecho a la libertad, al ocio y al juego; para dejarnos ir y ‘conectar’ en el sentido que nos enseña Nawal
el Saadawi, la médica y escritora egipcia, de
‘abolir la diferencia entre el cuerpo, la mente y el alma, entre la ciencia y
el arte, entre la ficción y la no ficción’.
Puede que sea una cuestión generacional, o por mi origen
provinciano, que he visto este curso como un gran paso en mi vida, pero
ciertamente lo es. Un horizonte abierto. Creo que podemos encontrar ejemplos de
buenos escritores en casi todas las profesiones, yo he encontrado muchos en mi
carrera. Algunos de ellos con tanto éxito que se han dedicado de lleno a su
pasión. Como es el caso de Pío Baroja, António Lobo Antúnes, Moacyr Scliar o
William Somerset Maugham, este último nos iluminó, en un momento en que la
crítica suponía que los años dedicados a otras carreras eran estériles para la
creatividad, Somerset escribió en su diario: "Vi hombres morir. Los vi sufrir dolor. Aprendí qué era
la esperanza, el temor y el alivio...". Ciertamente, un material precioso para
cualquier escritor.
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